Un abismo insalvable... porque quizás no haya que cruzarlo.
Nunca había estado tan cerca. Había recorrido muchas veces caminos similares intentando buscar aquello que siempre había anhelado, pero siempre al final de cada camino había un precipicio, un abismo sin fondo que le impedía alcanzar su objetivo. Pero esta vez había algo distinto e inesperado. Un puente tallado con la misma piedra que el objetivo que tanto anhelaba alcanzar el caballero cruzaba el abismo. Aunque al principio recelaba un poco de él, pues nunca se había encontrado con algo así y temía que no fuese sino una trampa. Pero al final decidió dar un primer paso por la superficie del puente, y al hacerlo se sintió imbuido por una placentera sensación de felicidad que le proporcionó fuerzas para seguir adelante. Impulsado por estas nuevas fuerzas recorrió presto toda la distancia que pudo del largo puente hasta que al llegar cerca del final vio la figura de un hombre que obstruía el paso, y detrás de éste pudo contemplar su anhelado objetivo. En ese momento, para su propia sorpresa, se sentía imbuido de tal energía vital, era tan feliz, que pensó que podría seguir siéndolo tan solo contemplando de lejos aquello que tanto deseaba y dejando su protección en manos del extraño.
Y así pasaron unos días, con el joven caballero contemplando y soñando su amado anhelo. Hasta que desde el otro lado del puente se desató una tormenta, que el joven caballero intentó amansar, aunque sin saber como. Y cuando las nubes se disolvieron y la lluvia dejó de caer como mares de lágrimas una niebla ocultaba el final del puente. Durante unas horas, no sabría decir cuantas, el hombre no pudo dejar de mirar la niebla, imaginando que quizás la figura que custodiaba el objeto de sus anhelos había podido desaparecer del puente por la furia de la tormenta.
Empezó a pensar que si era así tenía que impedir que alguien cruzase el puente... antes que él. Y corrió, movido por su imaginación a través de la niebla que impedía que pudiese ver apenas un palmo delante de él. Entonces, de repente, la niebla se marchó, movida por una fuerza desconocida. Y ahí estaba la figura, que no había sucumbido a la tormenta. Y el joven se sintió contrariado. El dolor y la angustia llenaron de color sus mejillas, tensó su espalda y cargó su cabeza tanto que casi deseó saltar al abismo. Pero aunque el dolor del momento le cegaba pudo distinguir detrás de la figura, más cerca que nunca, aquello que tanto amaba, y pudo sentir la solidez del puente bajo sus pies. Y el calor y la fuerza que le habían invadido y aún vivían en él acabaron con las sombras que se cernían sobre él. Así, movido de nuevo por esa cálida sensación de felicidad resolvió volver a su anterior puesto, donde le correspondía estar, después de todo. Aún hoy sigue ahí, disfrutando de la lejana compañía que su amor le proporciona.
Y así pasaron unos días, con el joven caballero contemplando y soñando su amado anhelo. Hasta que desde el otro lado del puente se desató una tormenta, que el joven caballero intentó amansar, aunque sin saber como. Y cuando las nubes se disolvieron y la lluvia dejó de caer como mares de lágrimas una niebla ocultaba el final del puente. Durante unas horas, no sabría decir cuantas, el hombre no pudo dejar de mirar la niebla, imaginando que quizás la figura que custodiaba el objeto de sus anhelos había podido desaparecer del puente por la furia de la tormenta.
Empezó a pensar que si era así tenía que impedir que alguien cruzase el puente... antes que él. Y corrió, movido por su imaginación a través de la niebla que impedía que pudiese ver apenas un palmo delante de él. Entonces, de repente, la niebla se marchó, movida por una fuerza desconocida. Y ahí estaba la figura, que no había sucumbido a la tormenta. Y el joven se sintió contrariado. El dolor y la angustia llenaron de color sus mejillas, tensó su espalda y cargó su cabeza tanto que casi deseó saltar al abismo. Pero aunque el dolor del momento le cegaba pudo distinguir detrás de la figura, más cerca que nunca, aquello que tanto amaba, y pudo sentir la solidez del puente bajo sus pies. Y el calor y la fuerza que le habían invadido y aún vivían en él acabaron con las sombras que se cernían sobre él. Así, movido de nuevo por esa cálida sensación de felicidad resolvió volver a su anterior puesto, donde le correspondía estar, después de todo. Aún hoy sigue ahí, disfrutando de la lejana compañía que su amor le proporciona.
1 comentario
Harmu -
Y el la protegera de la tormenta, Y el la resguardara del frio, y el la defendera con su noble espada..