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El Castillo del Rey Kuranes

La Tristeza

Incluso en los momentos de mayor dicha a veces se abate sobre nosotros la tristeza. No es de extrañar, puesto que ella siempre se ofrece a dar cobijo a un alma inquieta. Una vez que aceptas su invitación teje sobre ti con cálida seda sus pesadas redes, cuyo peso te hace hundirte más y más en el negro pozo de la desesperación. Presas habituales de la melancolía y el hastío son –debiera decir somos- aquellos que sienten poco o ningún aprecio por ellos mismos. Cuando alguien al verse reflejado en el espejo de su alma se siente decepcionado por aquello que contempla está dirigiendo sus pasos hacia el engañoso refugio donde la tristeza le espera ansiosa.

Muchas veces han de acudir otros –familia, amigos, seres queridos en general- para liberarnos de continuar nuestra estancia en tan enfermiza morada. A veces te rescatan con palabras, un abrazo, una caricia o una sonrisa, otras veces tan solo con el recuerdo de una mirada o un sentimiento. Aún a pesar de todo de vez en cuando nosotros o nuestros salvadores volvemos a ocupar la lóbrega residencia de la amargura. Pero si no damos la espalda a aquellos que elegimos y nos eligen como compañeros de este viaje que es la vida podremos al menos estar seguros de que el consuelo que el cariño, la amistad o el amor nos proporcionan serán Panacea para la ponzoñosa desdicha.

- Nota del Autor: Esta reflexión la escribí la madrugada del día 3 de septiembre de 2004, justo mientras la persona cuyo recuerdo me rescató de este sentimiento estaba, sin que yo lo supiese, pasando por algo similar. De haberlo sabido no hubiese dejado este sentimiento sin traerla de vuelta conmigo a la felicidad. Ojalá pudiese devolverle toda la alegría que ella me ha brindado. -

1 comentario

HaRmU -

Tranquilo, mi querido amigo... en minusculos fragmentos tendría que partirse el mundo para que yo dejara de dar guerra.. Gracias por preocuparte en silencio de todas esas cosas.. Como dice Vincent: ¡Quiero vivir..!
:**