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El Castillo del Rey Kuranes

Lady Elena

Vincent, más concretamente su forma Astral, se deslizó escaleras arriba, levitando detrás de la desagradable sirvienta. Por la reacción de esta el mago supo que, como ocurre a menudo, la mujer se sentía incomoda sin saber porqué. Recorrieron un largo pasillo adornado por una papel pintado cuyo estado dejaba mucho que desear hasta detenerse enfrente de una gruesa puerta de roble, que la fantasmagórica forma del noble atravesó sin necesidad de abrirla. Dentro de la habitación yacía sobre una cama endoselada una mujer de aspecto enfermizo aunque hermoso rostro de belleza regia que reconoció inmediatamente como Lady Elena, la madre de Lucienne. Al verla su alma sufrió una pequeña turbulencia cuyo epicentro era la brillante estrella en la que se había convertido la Vida de Lucienne. La habitación era una de las pocas de la casa que no había sucumbido a la decadencia provocada por la falta de atención y los excesos del padrastro de Lucienne.

A través de las ricas cortinas de tonos dorados se filtraba la luz del sol e iluminaban la estancia dándole un cariz otoñal que no desentonaba del todo con el resto de la decoración. Las cortinas del dosel también eran de un tono dorado rojizo, la madera era de un marrón claro, la pintura de las paredes estaba ornamentada con motivos de hojas de arce, los tonos marrón y dorado presidían toda la estancia. En varios cuadros de la estancia estaba retratada Lady Elena en su juventud. Su aspecto entonces recordaba al de Lucienne, aunque sus líneas eran más estilizadas y su rostro no mostraba la misma energía. En el cuadro más grande, que se encontraba sobre la chimenea de la habitación aparecía vestida con un traje idéntico al que llevaba Lucienne el día que Vincent la conoció y se enamoró de ella.

Mientras Vincent había estudiado la habitación la sirvienta había hecho entrada y sin demasiados miramientos había despertado a la señora de la casa y le había puesto desmañadamente la bandeja sobre la mesilla, tras lo cual dejó el cuarto dando un sonoro portazo. El espíritu de Vincent se giró para contemplar adecuadamente a la dama. Estaba bebiendo con mano temblorosa el vaso de agua que habían traído en la bandeja. Vincent pudo ver que sus ojos brillaban con un brillo similar al de su hija. Ansiaba vivir, pero su físico, su salud no se lo permitía, y decidió que cuando esto acabase reuniría a Madre e Hija en su interior. Entonces, de repente, tras beber algo de agua, Lady Elena se quedó mirando la porción de aire donde flotaba la invisible forma de Vincent. Sus ojos, bordeados por ojeras, empezaron a empañarse con las lagrimas mientras sus labios musitaban, sin apenas fuerza, el nombre de su hija como si pudiese intuir que una parte de ella estaba ahí. Vincent se sintió impresionado por esta peculiar presciencia, e incomodo decidió abandonar la habitación, lo que no le impidió oír el desesperado llanto de la desconsolada dama.

Cruzó arriba y abajo la mansión, buscando al padrastro que había dado comienzo a los sufrimientos de la joven Lucienne y posiblemente ayudado a empeorar el estado de su madre. Aunque no pudo encontrarlo halló sobre la mesa del despacho una tarjeta que llevaba el sello de “Lunar Lair” una conocida casa de servicios de la ciudad, famosa por decirse capaz de satisfacer cualquier tipo de gusto de cualquier dama o caballero. Tras haber encontrado una muy probable pista sobre al menos una de las aficiones de Lord Richard y cansado por la tensión que viajar a través del éter durante tanto tiempo Vincent regresó su espíritu a su cuerpo, que notó sensiblemente más pesado y viejo que cuando inició su viaje de exploración. Aunque su cuerpo no parecía haber experimentado un gran cambio realmente había envejecido dos o tres años en tan solo unas pocas horas, y se vio obligado a llamar a su sirviente para que le ayudase a salir del agua y vestirse.

1 comentario

Kitakaze -si, el que ha escrito esto- -

Si, por fin sigo. XDDDDD

Este lo tenía escrito ya hace mucho, pero no encontraba el momento para pasarlo al ordenador. Disfrutadlo.